25 Nov
25Nov

La noche de viernes avanza en Santiago de Cuba. Hace tres meses que una habitación de la Sede Antonio Maceo de la Universidad de Oriente acoge a seis estudiantes que se reparten entre las carreras de Periodismo y Comunicación Social. Frank y yo, formamos parte de este grupo y hemos decidido emprender, en las primeras horas del sábado, un viaje a la Gran Piedra. Al reiterar la invitación a los indecisos, nosotros, ya estamos listos.

De repente, el teléfono sobre la mesa escolar anuncia una llamada entrante. Rey David la recepciona. Ha ido dispuesto, pero, después de escuchar, nos ha dicho consternado: “señores… ha muerto Fidel”. “¡¿Qué?!”, nuestra reacción casi al unísono, segundos de estupefacción, y en los bajos del edificio alguien que dice: “atención, ha fallecido el Comandante”. La noticia se torna seria, sin embargo, continúa siendo difícil de creer.

Descendemos del cuarto piso en busca de información precisa. Ya frente a un televisor, un celular con audífonos nos ayuda también, a buscar en las frecuencias radiales. En ese momento, ningún medio lo confirma, mas sí lo hace la carpetera de turno: “el propio Raúl Castro lo ha dado a conocer”. No obstante, seguimos dependientes de la duda. En breve, llega el Noticiero del Cierre a la pequeña pantalla, y en los minutos finales, el General de Ejército comparece -en retransmisión- para informar a nuestro pueblo, a los amigos de nuestra América y del mundo.

De regreso a la habitación, la cama es tribuna para reflexionar, comunicar a familiares y amigos, escuchar un poco la radio y abrazar el sentimiento…

***

Día 1: Es sábado, 26 de noviembre de 2016. El mundo amanece diferente. En la noche de ayer, a las 10:29 pm falleció un hombre con chaleco moral. El viaje a la Gran Piedra se pospone. La Universidad convoca a una concentración en los bajos de su edificio principal y acudimos de inmediato. La bandera de la estrella solitaria está a media asta. Conocemos que es el “Día 1” de los nueve de duelo nacional, y que las cenizas de Fidel vendrán pronto a nuestra tierra. Llorar no encuentra límites en jóvenes y ancianos, mujeres y hombres.

Alrededor del mediodía la naturaleza se pronuncia. Un manto de lluvia cubre el urbanismo y las montañas. La “madre Natura” sabe que ha perdido a uno de sus mejores hijos y bien puede ser que se arrepienta de dar al ser humano ese destino, donde la presencia física no es dada a la inmortalidad.

Entrego voluntariamente al momento mis sentidos. He transitado unos metros del largo camino de los géneros periodísticos, y como aquel que dijo que el periodismo es un oficio, escudriño en centros de trabajo, hogares y calles, y en los corazones de la gente. Diez entrevistados diarios durante nueve jornadas hacen noventa opiniones y mi concepción simbólica de los noventa años que vivió, nuestro querido Comandante.

“Fidel fue una persona muy valiente, muy inteligente, muy razonable; y sus enseñanzas nos han servido mucho para la vida y nos servirán para el futuro”, son palabras pronunciadas por Seferino Aguerrido, casi al final de la tarde. Más adelante, hablaría el universitario Alejandro Bonne, asegurando que había sentido esta muerte como la de un padre que siempre vamos a tener en el corazón, “y aunque el duelo se haya decretado por nueve días, yo creo que Cuba lo va a sentir por mucho más tiempo”.

Día 2: Es un domingo que no por serlo puede inspirar descanso. En mi andar por la ciudad, converso con el Premio Nacional de Periodismo Cultural Reinaldo Cedeño Pineda: “una vez conocí de cerca a Fidel, en el Congreso de los periodistas de 1999.    El detalle más bonito es que la delegación santiaguera quería una foto junto a él, y ya no había oportunidad realmente porque se alargaban mucho las sesiones y era muy tarde; entonces, él mismo nos llamó para la foto. Nos unimos todos como pudimos y logramos una foto histórica, gracias a ese inolvidable gesto”.

Horas después, en la zona de Altos de Quintero me atrevo a invadir la privacidad de un hogar. En el interior, frente a una máquina de coser, saludo a María Dolores Barroso: "ha sido lo más grande de mi vida, como si hubiera perdido a un familiar, y me he puesto muy mal, muy mal… no puedo ni hablar, (llora) no puedo expresar lo que siento… tengo mucho dolor en el alma (llora…)”. Pocas palabras y un mar de lágrimas. Nunca hizo falta más.

Día 3: En la mañana hemos acudido a las aulas, pero, sin alargar la estancia. El deber conduce a una Plaza llena que junto al bravo Maceo, recibe a más y más gente que hace una inmensa fila. Hay estudiantes y trabajadores, manos llenas de rosas y merecido homenaje.

Mientras un dron surca el cielo, el estudiante de Ingeniería Eléctrica Ruberlandis Rosario López narrar las circunstancias en que supo de la partida física del líder, y concluye: “impulsó la educación, la salud, la ciencia, y levantó al país moralmente. Es por eso que los jóvenes cubanos estamos dispuestos a defender la obra revolucionaria cuando sea necesario”.

No muy lejos del lugar, transmiten una programación especial Radio Mambí y Radio Siboney; y hacia allí me dirijo. En el trayecto, vuelvo a visualizar el dron. Es entonces cuando pienso en lo importante que es su función de captar desde lo alto a un pueblo que quiere un Fidel eterno. Al llegar, solicito un contacto con María Mercedes Bene Ramírez, directora de Siboney. "Desde el sábado estamos aquí transmitiéndole al mundo nuestro dolor y homenajeando al Comandante de la mejor manera que podemos hacerlo: trabajando", aseveró tras una amable recepción.

En el vestíbulo de Mambí, bolígrafo, hojas y mesa, y la bandera cubana, se suman a la voluntad de un pueblo que acude a la cita para respaldar con su firma el concepto de Revolución. La calidad del proceso es garantizada en ese instante por la colaboradora Clementina Calvelo. Testifica que muchos recuerdos llegan de Fidel a su memoria y antes de que se humedezcan sus ojos y desparezca momentáneamente su voz, la escucho: "en una ocasión, estuvo en el estadio Guillermón Moncada, y pasó cerca de la grada donde yo estaba. Todo el mundo lo aplaudía, mientras yo me quedé con un sentimiento tan fuerte hacia él que no pude aplaudir. Me quedé con las manos inmóviles, pero en mi corazón estaba el aplauso". 

Día 4: Estudiantes y profesores de la Facultad de Humanidades protagonizamos una vigilia al anochecer. La plaza juvenil Ferreiro nos ha visto llegar con fotografías que muestran diferentes etapas de la vida del líder. Algunos llevamos también palabras que han sido el resultado de una construcción colectiva. Primer año de periodismo, por ejemplo, ha escrito “honor” en un texto impreso en el papel, que antes de ser pronunciado encuentra en el periodista Jesús Jank Curbelo a un excelente corrector, que agradece, sobre todo, la coma que habita en la última oración: ¡Hasta la victoria siempre, Comandante!

Día 5; Día 6; Día 7: Numerosas facciones sinceras distingo a cada paso. De esos tres días, conservo el rostro triste de Yazmín de la Caridad Núñez Hernández, pionera de cuarto grado que para homenajear al rebelde va a “estudiar mucho para ser alguien en la vida”; así como la afirmación irrefutable del estudiante de Medicina Ariel Montoya Álvarez de que “Fidel siempre estuvo cuando los huracanes entre las masas, y aun cuando estaba lloviendo, aun cuando habían zonas inundadas, él comprobaba qué le hacía falta a la población, y en qué podía ayudar. Cosas que muy pocos presidentes, por no decir ninguno, hacen”. 

Día 8: El pueblo santiaguero asume una misión especial: recibir las cenizas del invicto. La Universidad toda ha ido al encuentro. Llevamos carteles y consignas, y la viva expresión de fidelidad, de continuidad. Hacemos sitio en la Avenida de Las Américas y durante la espera, nos apoyamos en la radio para saber los detalles: “la multitud grita: ¡yo soy Fidel! en Contramaestre, Palma Soriano…”, y lo sentimos más cerca. El helicóptero y las voces unidas lo anuncian… Llega. Sin embrago, cuando lo alcanzan a ver nuestros ojos, algo extraño sucede: todos protagonizamos un absoluto silencio.

Después que pasa el cortejo fúnebre, es casi la una de la tarde y nos dirigimos a la Plaza. El sol es intenso, pero los agradecidos han dicho que no importa esperar hasta las siete. Al acercarse la hora, líderes amigos de Cuba hacen su aparición en la tribuna y los saludamos con consignas. Hablan en nombre de las Organizaciones, habla Raúl, y luego de conocer que Fidel es tan grande que no quiere monumentos, queda para siempre la convicción de que “¡Sí se pudo, sí se puede y sí se podrá!”.

Concluye el emotivo discurso. El corresponsal de Telesur Rolando Segura conduce una transmisión en vivo y estudiantes y profesores de la Cuba socialista decimos con firmeza al mundo. Viviana Muñiz es la profe-madrina del grupo. Seguimos de vigilia hasta encontrar el sol en la mañana.

Día 9: A la par del amanecer, vamos a la Avenida Patria. Es el último trayecto por donde transitarán las cenizas del guerrillero del tiempo. Entonces, lo volvemos a ver pasar, por última vez, rumbo a su descanso eterno. Santa Ifigenia lo recibe. Santiago cuida desde hoy la gloria en un monolito que se llama Cuba.

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Un año después: el estudiante de Relaciones Internacionales Jorge Alberto Fariñas García, sin ser poeta, se inspira: “(…) ¡Viva Fidel amigo!/ Porque Cuba nunca olvida/ A ese que dio su vida/ Y de la historia fue testigo”.

Hace unos meses: un niño de Mayabeque llamado Guillermo es junto a algunos de sus familiares, mi compañero de viaje en un ómnibus Santiago de Cuba-La Habana. “Yo estuve en la piedra de Fidel”, son sus primeras palabras con la convicción de que ha tenido una oportunidad única. Al instante, entusiasmado pide a su mamá un teléfono celular y me enseña fotos y videos de su visita a Santa Ifigenia.

Hoy: es probable que ese niño vuelva al Fidel de sus vacaciones, mientras escribo estas memorias con el sentimiento compartido y la certeza de que guardaré cada detalle del afecto y del dolor, mostrados en el lugar sagrado de la Patria donde comenzó la Revolución, y donde no puede pensarse que termina.


escrito por: José Luis Álvarez Suárez

fotos tomadas de Internet

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