Huele a lluvia en la ciudad este domingo de cierre. El café de la AHS en el Pabellón Cuba es invadido por amigos, versos y arpegios que transitan desde el llanto hasta la risa. El suceso artístico en cuestión, Carlos Ledea ofreciendo sus canciones a un público tan de buen gusto como fiel, forma parte de una reunión extraordinaria, en dónde casi soy extranjero, un hombre de paso por cada canción y texto, de paso por intimidades que de pronto descubro como mías. Me quedo a vivir en el país extraño, porque Ledea es un país cuando empuña la guitarra, y me siento reflejado en un público al que le encantó “emborracharse de su voz y sus canciones”.
La intimidad, cómo recurso poético, se apropió de los alrededores de La Pérgola, re-significada mágicamente a un espacio de diálogo, dónde la canción migraba de garganta a garganta y quedaba grabada en la memoria colectiva de los asiduos y los eventuales, mientras se rompían de una manera abrupta y hermosa las barreras público - cantautor.
Ledea nos regaló una serie de canciones escritas por él en el transcurso del último año, en las cuales se evidencia un fuerte componente poético, y una arraigada maestría con las cuerdas. Estudiante del ISA, virtuoso y premiado guitarrista de concierto, defensor de una ruptura del canon generacional, decidió por voluntad propia, en el auge de su carrera como guitarrista clásico, escribir canciones y ser trovador.
Cuenta la prehistoria de cada canción con una sonrisa pícara, como si develara una parte de si, y escogiera este como el momento decisivo. Imaginación, la capacidad para seguir las reglas y romperlas de una manera creativa, las intertextualidades y la preocupación evidente por el concepto, son las principales características de este joven trovador que resalta en el movimiento por la capacidad de sentir y escuchar los sonidos, sin descuidar a la vez, una lírica coherente con los tiempos y la vida.
Establece contacto visual y dispara una ráfaga de melodías que, en medio de la embriaguez y la ensoñación, logro percibir como un particular universo. Es uno de los tantos jóvenes en la ciudad que defienden la canción de autor y llevan un estilo de vida consecuente a lo que representa ser autor. No sería irrazonable pensar que a este tipo de jóvenes le debemos más espacios como este, porque nos debemos a nosotros mismos como nación, una evolución y renovación de nuestras dinámicas artísticas, sociales y culturales.
escrito por Gabriel Carrera
Fotos tomadas del perfil de Facebook de Carlos Ledea